24 mayo 2006

La Otra Psicologia VII

«Exorfinas»

Tengo que reconocer que por ahí me da por inventar palabras, algo bastante frecuente entre los innovadores, los poetas, los esquizofrénicos y los charlatanes. Aunque yo prefiero pensar que participo del primer grupo y me permito codearme con los del segundo, admito el riesgo de mantener el evidente neologismo del título de la nota.

En vista de que no puede haber una psicología sin cerebro o que no tenga en cuenta las condiciones materiales de existencia, la Psicología Clínica Basada en Pruebas obliga a mantenerse actualizado en materia de neurociencias y respetar los aportes de las ciencias sociales alejadas de la pavada posmodernosa. Una psicología literaria derivada de la reflexión acerca de cómo funciona la gente siempre es bienvenida. Pero no alcanza, a menos que sea complementada en una sólida base científica por más que la promuevan con términos pomposos tipo “profunda”, “dinámica” o similares que en realidad pretenden sugerir que es de la buena.

Y de acuerdo a lo que nos vienen enseñando las neurociencias, todos tenemos en alguna parte de nuestro sistema nervioso central (entre otras cosas, claro) una sustancia bastante bondadosa, que parece que está puesta ahí para que lo pasemos bien. Casi como inventada para mí, vea...

Se trata de un neurotransmisor que se desparrama por los centros ubicados en el diencéfalo, de una composición muy similar a la morfina o a cualquier opioide. De ahí su nombre, “endorfina”, que significa ‘morfina interna’. Pero que la fabricamos nosotros solitos. Lo que se dice autogestión, que siempre es buena cosa. Además parece que el bendito compuesto es bastante ubicuo, ya que también ayuda a mitigar el dolor, e induce la producción de serotonina, que es la que nos manda a dormir en su permanente balanceo con la melatonina.

Admitiendo que todo el asunto es mucho (¡muchísimo!) más intrincado, igual vale la pena mandarnos directo a las consecuencias de saber esto: podemos generarla nosotros mismos si aprendemos cómo hacerlo.

Empecemos por una buena noticia entonces: hay cosas que hacemos desde afuera capaces de garantizarnos sin riesgo, una generosa dosis de la cosa esa. Por eso lo de exorfinas, o sea unas endorfinas externas, y perdonen lo retorcido del oximorón. ¿Me capta?

A nadie se le escapa que estoy hablando de una droga, o sea de una sustancia que uno se enchufa desde fuera del cuerpo cualquiera sea su composición, con un enorme potencial de generar adicción.

No me sale bien eso de andar criticando a la gente que la quiere pasar bomba jugando con la química, pero igual me parece medio idiota no aprovechar el dato para agenciarse el mismo resultado de arriba y sin costo. Algo que podemos hacer tranqui sin convertirnos en zombis babeantes, ni meternos con gente jodida que trafica alguna sustancia ídem.

Es que cuando nos zampamos algo que induce químicamente este neurotransmisor, reemplazando el made in casa, el cerebro deja de producirlo por su cuenta. Y cuándo se nos gasta, nos manda a patalear por más; eso se llama abstinencia, algo que nos pone de la nuca hasta que la conseguimos, o hasta que volvemos a poner en marcha la producción por cuenta propia. Y ya sabemos cual es el costo de importar todo y dejar de fabricar adentro lo que debemos y podemos producir. Así le fue al País con eso de la apertura, valga la analogía.

La ganga de las endorfinas es que nadie nos puede meter en cana por llevarla en el bolsillo, consumirla en público, o pasársela a otros. Tampoco nos esclaviza teniendo que ir a conseguir otra dosis, ni nos mata a la larga. De paso ni se dan cuenta cuando nos estamos dando; y si se dan cuenta es todo un gustazo estar surtiéndose a una droga tan poderosa en las mismas narices del botón, del buchón, o de la yuta sin que puedan impedirlo. No hay monaguillo, funcionario o moralista que valga.

Hasta laboratorios medicinales, de esos que no curan nada y curran mucho con sus diazepanes con nombres de fantasía (como cualquier Cartel de Cali o de Juárez, pero legal) se tienen que quedar con todo el stock en la estantería.

La psicología de la buena (esa que no los va a andar persiguiendo con supuestos motivos inconscientes o míticos deseos de hacer alguna cochinada con su vieja para interpretar lo que no necesita interpretación), ha desarrollado una lista de modos de obligar al cerebro a producir más de esa maravilla, todos confirmados por diversas investigaciones dentro de los cánones más rigurosos. Por ejemplo (y se aceptan sugerencias):

• Dormir a pata ancha como para rajar la cama y despertase descansado.

• Tener relaciones sexuales bien terminadas, a mano, o a dúo y/o en equipo, a elección.

• Ilusionarnos con algún proyecto y fantasear mientras le vamos dando para adelante.

• Darle gusto al cuerpo, con deportes, bailar, trotar con el perro o cualquier otro bicho.

• Cantar, charlar con los amigos. O con el gato.

• (Eso: tener animales, son expertos en el tema).

• Y sobre todo, reírnos seguido y con ganas.

Yo tengo otro que me gusta mucho: viajar. Pero no tengo información sobre si ha sido investigado en su efecto exorfinógeno. Hasta que tenga alguna evidencia más contundente lo dejo como una cuestión de gustos. En cambio tengo una idea que puede ser un buen recurso para traficar con esta droga durante un mes entero al año, y que pretendo dejar como mi contribución fundamental a la humanidad, mientras trato de indagar su eficacia. Paso la fórmula como Copyleft, o sea no cobro por derechos de autor, basta con mencionar al descubridor:

Declarar el Mes Cumple: el cumpleaños es una convención tan artificial como cualquier otra, y no hay nada que nos impida usarlo de exorfinoide. Es parecido al no-cumpleaños de Alicia, la del país ese, ¿se acuerda?, bueno algo así, pero menos fantasioso y que funciona.

Instrucciones:

1. Empezamos por avisar que todo el mes ¡Ommmm!, nada me conmueve, nada me perturba, ¡todo bien, loco...! (conviene repetirlo como un mantra todos los días de ese mes al despertarse). 2. La semana donde cae el susodicho día, joda e indulgencia hasta donde nos dé el cuero y el nutricionista nos lo permita. 3. El día del cumple, descanso, que festejen los otros, que no es cosa de ser egoísta tampoco. 4. Finalmente seguir hasta que se acabe el mes y preparando el próximo cumple.

Si uno está realmente dispuesto a hacer correr la exorfina en una festichola personalísima no habrá modo de impedírselo. Ni con la DEA.

Mientras tanto habrá que agregar un artículo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Toda persona tiene derecho a una dosis razonable de exorfinas al día”. Y si es posible deberemos extender ese derecho a los animales. Mi perro Bruno ya se las ingenia bastante bien para generar su propia merca. Da envidia, mire...

Aldo Birgier. Psicólogo, Salud Pública. MA en Psicología Médica. E-mail: mamicordion@cpenet.com.ar

No hay comentarios.: